Las relaciones entre el convento de la Purísima Concepción de Benissa y los asentamientos franciscanos en Altea
Por Miguel del Rey* (Cast- Val)
La
noticia del cierre del Convento de la Purísima Concepción de los padres franciscano
de Benissa es quizás motivo de reflexión, tanto para la memoria como la cultura
en la Marina. Una institución ejemplar en el tiempo, tanto en su condición
religiosa, pero también en la educación y labores caritativas, etc.. Un servicio ininterrumpido desde 1611, con más
de 400 años de labor ejemplar, que ha marcado a Benissa, su cultura, su
arquitectura, su perfil urbano, etc… no solo a Benissa, también al resto de la comarca; me refiero a la Marina, no a l'Alta o Baixa, ja que la Marina és una
comarca única i de cultura indivisible si deseamos entenderla de manera coherente, como vemos en el caso del convento de Benissa.
La
unidad comarcal la podemos ver en la incidencia que tuvo el Convento de la
Purísima Concepción en poblaciones como Altea, vinculada desde siempre a
Benissa como cabeza de esta zona de tierras de los Palafox durante siglos,
hasta que se construyó la Altea moderna, la que este año cumple el 400
aniversario. En 1728 un grupo de monjes del convento de Benissa fundan en Altea
una congregación dependiente de aquel convento, hasta que su autonomía es efectiva
unos años más tarde, manteniendo siempre unos fuertes lazos de unión en la
institución madre. Esta pequeña congregación, el futuro convento de San Pedro y
San Francisco, se levantó anexo a la antigua ermita de pescadores de San Pedro,
en las inmediaciones de la playa y muy cerca del arrabal de pescadores que
tenía una gran actividad y población ya esta primera mitad del siglo XVIII.
Fue
un convento de gran importancia, de labor esencial en el apoyo a las labores
propias de la religiosidad de los frailes, pero también en la labor educativa
de jóvenes y asistencial, con hospicio y hospital de pobres, en unos momentos
en los que el Estado no se hacia cargo de estas funciones. Fueron ellos quienes
canalizaron las dádivas y espoletearon las conciencias de la sociedad, para con
las donaciones ir creando un excelente edificio, un convento amplio y una
institución con ayudas esenciales a una sociedad falta del cariño y los mínimos
apoyos para jóvenes con la educación, y también para huérfanos, desvalidos,
pobres y marineros náufragos.
Planta del Convento y su huerto-jardín en 1740. Plano de "la Villa de Altea y sus..." F. Ricaud